Este pegamento comúnmente conocido como «pegamento de ciano» o «superpegamento», tiene sus orígenes en la década de 1940. Fue descubierto de manera accidental por el químico estadounidense Harry Coover mientras trabajaba para la empresa Eastman Kodak. En 1942, Coover y su equipo estaban investigando compuestos químicos para desarrollar un material transparente para las mirillas de los rifles durante la Segunda Guerra Mundial. Durante sus experimentos, descubrieron un compuesto llamado cianoacrilato, que tenía la capacidad de adherirse rápidamente a diversas superficies cuando entraba en contacto con el agua.
Sin embargo, en ese momento, Coover no reconoció completamente el potencial del cianoacrilato como adhesivo debido a su rápida polimerización y la formación de una película sólida en presencia de humedad. En cambio, el equipo de investigación de Eastman Kodak centró sus esfuerzos en otras aplicaciones para el compuesto.
No fue hasta la década de 1950 cuando el cianoacrilato encontró su verdadero propósito como adhesivo. Durante una demostración en un laboratorio de investigación, Coover y sus colegas se dieron cuenta de la sorprendente capacidad del cianoacrilato para unir rápidamente objetos con una fuerza considerable. Esta revelación llevó al desarrollo del primer adhesivo comercial basado en cianoacrilato, conocido como «Eastman 910». Desde entonces, el cianoacrilato ha sido ampliamente utilizado en una variedad de aplicaciones industriales, médicas y de bricolaje debido a su rápida acción de unión y su fuerza adhesiva.